LA INQUISICIÓN Y EL PAPEL EN LA EDAD MEDIA
En esta página nombramos y enlazamos todos los Inquisidores Generales de la Inquisición Española desde su creación hasta su abolición. Pulsa sobre el nombre de cada uno de ellos y se abrirá el enlace correspondiente en wikipedia.
El término Inquisición o Santa Inquisición hace alusión a varias instituciones dedicadas a la supresión de la herejía mayoritariamente en el seno de la Iglesia católica. La herejía en la era medieval europea muchas veces se castigaba con la pena de muerte y de esta se derivan todas las demás.
La Inquisición medieval se fundó en 1184 en la zona de Languedoc (en el sur de Francia) para combatir la herejía de los cátaros o albigenses. En 1249 se implantó también en el reino de Aragón, siendo la primera Inquisición estatal; y en la Edad Moderna, con la unión de Aragón con Castilla, se extendió a ésta con el nombre de Inquisición española (1478-1821) bajo control directo de la monarquía hispánica, cuyo ámbito de acción se extendió después a los territorios colonizados en lo que se denominaría América, la Inquisición portuguesa (1536-1821) y la Inquisición romana (1542-1965). Sus víctimas eran seres humanos, e incluso animales, acusados de brujeria, los homosexuales, los blasfemos, los herejes (cristianos que niegan algunos de los dogmas instituidos por la Iglesia romana) y los acusados de judaizar en secreto.
ORIGEN
En respuesta al resurgimiento de la herejía de forma organizada, se produce en el siglo XII en el sur de Francia un cambio de opinión dirigida contra la doctrina albigense, la cual no coincidía con los puntos de vista de la Iglesia católica con relación al matrimonio y otras instituciones de la sociedad. Como reacción, el papa Inocencio III organizó una cruzada contra los albigenses promulgando una legislación punitiva contra ellos. Sin embargo, los esfuerzos iniciales destinados a someter la herejía no estuvieron bien coordinados y fueron ineficaces.
INQUISICIÓN MEDIEVAL
Aunque el procedimiento inquisitorial como medio para combatir la herejía es una práctica antigua de la Iglesia católica, la Inquisición episcopal, primera fórmula de la Inquisición medieval, fue establecida en 1184 mediante la bula del papa Lucio III Ad abolendam, como un instrumento para acabar con la herejía cátara. El castigo físico a los herejes había sido dispuesto con anterioridad por Federico II Hohenstaufen, la institución de la Inquisición se dio para detener los abusos que estos procesos podrían sufrir por parte del poder civil. Mediante esta bula, se exigía a los obispos que interviniesen activamente para extirpar la herejía y se les otorgaba la potestad de juzgar y condenar a los herejes de su diócesis.
A las anteriores disposiciones […] agregamos el que cualquier arzobispo u obispo, por sí o por su archidiácono o por otras personas honestas e idóneas, una o dos veces al año, inspeccione las parroquias en las que se sospeche que habitan herejes; y allí obligue a tres o más varones de buena fama, o si pareciese necesario a toda la vecindad, a que bajo juramento indiquen al obispo o al archidiácono si conocen allí herejes, o a algunos que celebren reuniones ocultas o se aparten de la vida, las costumbres o el trato común de los fieles.
En las siguientes décadas, el proceso de la Inquisición resultó intermitente y contradictorio en muchas ocasiones. Un ejemplo fue el caso del primer director de la Inquisición de Hungría, Paulus Hungarus, quien defendió a los chamanes paganos húngaros valiéndose de su influencia con el Papa Inocencio III. Además, aseguró que estos al adorar al sol adoraban al ente supremo que era el mismo Dios, así que no hallaba razón para condenarlos. Paulus Hungarus fue uno de los primeros frailes dominicos, quien escribió importantes documentos como la Suma de poenitentiae, tendiendo las bases de la nueva orden a petición de Domingo de Guzmán. Sin embargo, Paulus fue destituido y reemplazado por un religioso más estricto cerca de 1232, después de haberse iniciado propiamente la Inquisición.
En 1231, ante el fracaso de la Inquisición episcopal, denominada así porque no dependía de una autoridad central, sino que era administrada por los obispos locales, Gregorio IX creó mediante la bula Excommunicamus la Inquisición pontificia o Inquisición papal, dirigida directamente por el Papa y dominada por las órdenes mendicantes, especialmente los dominicos. El hecho de que religiosos bajo el control directo del Papa tuvieran a su cargo los tribunales, fue un freno a su expansión, ya que algunos obispos no querían ver limitado su poder en una diócesis por la presencia de estos organismos papales.
En 1252, el papa Inocencio IV autorizó en la bula Ad extirpanda el uso de la tortura para obtener la confesión de los reos. Se recomendaba a los torturadores no se excedieran hasta el punto de mutilar al reo o finiquitarlos. Las penas eran variables. Los que se negaban a abjurar, «herejes relapsos», eran entregados al brazo secular para la ejecución de la pena de muerte.
La Inquisición pontificia funcionó sobre todo en el sur de Francia y en el norte de Italia. En España, existió en la Corona de Aragón desde 1249, pero no en la de Castilla.
LA INQUISICIÓN ESPAÑOLA
La Inquisición real se implantó en la Corona de Castilla en 1478 por la bula del papa Sixto IV Exigit sincerae devotionis con la finalidad de combatir las prácticas judaizantes de los judeoconversos de Sevilla. A diferencia de la Inquisición medieval, dependía directamente de la monarquía, es decir, de los Reyes Católicos. Tras una nueva bula emitida en 1483, la Inquisición se extendió a los reinos de la Corona de Aragón, incluyendo Sicilia y Cerdeña, y a los territorios de América (hubo tribunales de la Inquisición en México, Lima y Cartagena de Indias), y se nombró Inquisidor General a Tomás de Torquemada. La Inquisición se convirtió en la única institución común a todos los españoles, con excepción de la propia Corona, a quien servía como instrumento del poder real: era un organismo policial interestatal, capaz de actuar a ambos lados de las fronteras entre las coronas de Castilla y Aragón, mientras que los agentes ordinarios de la Corona no podían rebasar los límites jurisdiccionales de sus respectivos reinos.
MÉTODOS DE TORTURA
Los acusados eran interrogados, a veces mediante torturas, y castigados si se les encontraba culpables, requisándose sus bienes. También, se podían arrepentir de su acusación y recibir la reconciliación con la iglesia.
Según la Iglesia católica, se adoptó el método de la tortura (lo cual era socialmente aceptado en el contexto de la época) solo en casos excepcionales. El procedimiento inquisitorial se regulaba minuciosamente en las prácticas de interrogación. No todos los métodos de tortura aceptados civilmente eran avalados por la Iglesia católica y para que un acusado fuese enviado a tortura, debía ser perseguido por un crimen considerado grave, y el tribunal debía tener también sospechas fundadas de su culpabilidad.
A pesar del uso de la tortura, el procedimiento inquisitorial representa un avance en la historia de la legislación. Por un lado, definitivamente descartó el uso de la ordalía como medio de obtención de pruebas, reemplazándola por el principio de prueba testimonial, el cual todavía tiene vigencia en las legislaciones de la actualidad. Por otro lado, se restablece el principio del Estado como fiscal o parte acusadora. Hasta ese tiempo, era la víctima la que tenía que demostrar la culpabilidad de su agresor, incluso en los procedimientos criminales más graves, esto frecuentemente era muy difícil cuando la víctima era débil y el criminal poderoso. Pero en la Inquisición la víctima no es más que un simple testigo, tal y como sucede en la actualidad. Era la autoridad eclesiástica quien ahora tenía sobre sí la carga de la prueba.
INQUISIDORES GENERALES
1483-1498 Tomás de Torquemada, Prior de Santa Cruz.
1498-1507: Diego de Deza, arzobispo de Sevilla.
1507-1517: Francisco Jiménez de Cisneros: sólo en la Corona de Castilla, cardenal y arzobispo de Toledo.
1507-1513: Juan Enguera: sólo en la Corona de Aragón, obispo de Vich.
1513-1516: Luis Mercader: sólo en la Corona de Aragón, obispo de Tortosa.
1516: Adriano de Utrecht: sólo en la Corona de Aragón; inquisidor general de Castilla y Aragón (1518-1522), cardenal y obispo de Tortosa, papa Adriano VI (1522-1523).
1523-1538: Alonso Manrique, cardenal y arzobispo de Sevilla.
1539-1545: Juan Pardo de Tavera, arzobispo de Toledo.
1546: García de Loaysa y Mendoza, arzobispo de Sevilla.
1547-1566: Fernando de Valdés, arzobispo de Sevilla. Renunció en 1566.
1567-1572: Diego de Espinosa, obispo de Sigüenza.
1573-1594: Gaspar de Quiroga, cardenal y arzobispo de Toledo.
1595: Jerónimo Manrique de Lara, obispo de Ávila.
1596-1599: Pedro Portocarrero, obispo de Calahorra, después de Córdoba. Renunció.
1599-1602: Fernando Niño de Guevara, cardenal y arzobispo de Sevilla. Renunció.
1602: Juan de Zúñiga y Flores, obispo de Cartagena.
1603-1608: Juan Bautista de Acevedo, obispo de Valladolid.
1608-1618: Bernardo de Sandoval y Rojas, cardenal y arzobispo de Toledo.
1619-1621: Luis de Aliaga, confesor real. Renunció.
1622-1626: Andrés Pacheco, obispo de Cuenca.
1627-1632: Antonio Zapata y Cisneros, cardenal y arzobispo de Burgos. Renunció.
1632-1643: Antonio de Sotomayor, arzobispo de Damasco.
1643-1665: Diego de Arce y Reinoso, obispo de Plasencia.
1665: Pascual de Aragón, arzobispo de Toledo. Renunció.
1666-1669: Juan Everardo Nithard S.J., confesor del rey, cardenal y arzobispo de Edesa. Renunció.
1669-1695: Diego Sarmiento de Valladares, obispo de Plasencia.
1695-1699: Juan Tomás de Rocabertí, arzobispo de Valencia.
1699: Alonso de Aguilar, cardenal. Nombrado por Carlos II, murió antes de que llegase la bula papal de confirmación.
1699-1705: Baltasar de Mendoza y Sandoval, obispo de Segovia. Fue cesado por Felipe V por sus simpatías austracistas durante la guerra de sucesión.
1705-1709: Vidal Marín del Campo, obispo de Ceuta.
1709-1710: Antonio Ibáñez de la Riva Herrera, arzobispo de Zaragoza.
1711-1716: Francesco del Giudice, cardenal. Renunció.
1717: José Molines, auditor de la Rota romana. Preso en Milán por las tropas austriacas, murió durante su cautiverio.
1720: Juan de Arzamendi, nombrado por Felipe V, murió antes de tomar posesión del cargo.
1720: Diego de Astorga y Céspedes, obispo de Barcelona. Renunció.
1720-1733: Juan de Camargo Angulo, obispo de Pamplona.
1733-1740: Andrés de Orbe y Larreátegui, arzobispo de Valencia.
1742-1746: Manuel Isidro Orozco Manrique de Lara, arzobispo de Santiago.
1746-1755: Francisco Pérez de Prado y Cuesta, obispo de Teruel.
1755-1774: Manuel Quintano Bonifaz, arzobispo de Farsala. Renunció.
1775-1783: Felipe Beltrán Serrano, obispo de Salamanca.
1784-1793: Agustín Rubín de Ceballos, obispo de Jaén.
1793-1794: Manuel Abad y Lasierra, obispo de Astorga y arzobispo de Selimbria.
1794-1797: Francisco Antonio de Lorenzana, cardenal arzobispo de Toledo. Renunció.
1798-1808: Ramón José de Arce, arzobispo de Burgos y Zaragoza. Renunció.